Cupressus sempervirens L.
CupressaceaeEl ciprés es uno de los árboles más apreciados por las culturas antiguas de Europa y Próximo Oriente por sus propiedades medicinales -aparece por este motivo ya en una inscripción asiria de hace 3.500 años-, su resistente madera y sus cualidades aromáticas.
Cupressus proviene del latín, ya que así llamaban los antiguos romanos al ciprés. A su vez ese nombre deriva del vocablo griego kypárissos o cipariso. El poeta latino Ovidio explica el origen del término con la leyenda de Cipariso, de la cual toma el árbol el nombre y del que a su vez deriva el de la isla de Chipre: este joven pasaba gran parte de su tiempo en los bosques en compañía de un ciervo de cuernos de oro consagrado a las ninfas. Un día, en el bochorno de una tarde estival, el ciervo se echó a la sombra de unos árboles a descansar y Cipariso, inadvertidamente, lo traspasó con un venablo puntiagudo. Desesperado, el muchacho pidió a los dioses permanecer en un luto eterno, por lo que se transformó en ciprés, el árbol del dolor que, desde entonces, crece cerca de las tumbas.
Los cipreses se han asociado desde antaño con la inmortalidad y la hospitalidad, no es por ello de extrañar que aparezcan vinculados tanto a cementerios, como a casas, donde su presencia simbolizada cobijo y asilo. Los poetas griegos y latinos atribuían al ciprés un significado funerario, considerándolo el árbol de los difuntos, al estar consagrado a Plutón, dios de los Infiernos. Este simbolismo espiritual, ligado a la vida eterna- el ciprés es de hecho una especie muy longeva que puede vivir 3.000 años-, fue retomado por los cristianos y por ello acompaña las tumbas y los cementerios. Se creía además que era, junto con el cedro, el olivo y la palmera, uno de los cuatro árboles cuya madera había sido utilizada para construir la cruz de Cristo y también el arca de Noé.
El ciprés tuvo un uso “arquitectónico” y decorativo no solo en época romana, sino también en la islámica medieval, y así es recomendado su uso por los geóponos andalusíes Ibn Luyun e Ibn al-Awwam. La presencia de polen de ciprés en los estratos medievales del Generalife en la Alhambra de Granada certifica su presencia desde el origen de estos jardines, incluso en cantidades notablemente más abundantes que las actuales.
La expedición de Magallanes y Elcano conocía bien a estos árboles; y cuando llegan a los confines meridionales del continente americano, Pigafetta afirma feliz que no cree que exista en el mundo un estrecho "más bello ni mejor que este" (el estrecho de Magallanes), en el que pasaron de "montes pelados y rocas" a montañas cubiertas de bosques y nieve en sus picos. Es muy probable que esos árboles, que los cronistas confunden con cipreses y cedros por su verticalidad, no fueran sino araucarias.